Brit pop

Oasis: El eco de una generación que no pidió permiso

today14/04/2025

Fondo
share close

Hablar de Oasis es invocar uno de los capítulos más ruidosos, arrogantes y, paradójicamente, emotivos del rock británico contemporáneo. No se puede comprender la música de los años noventa sin detenerse en la figura titánica y controversial de los hermanos Gallagher, quienes, armados con una mezcla explosiva de actitud punk, sensibilidad pop y arrogancia mancuniana, reescribieron las reglas de lo que significaba ser una banda de rock en la era del cinismo postmoderno.

“No somos una banda para todos, somos una banda para los que creen que la música puede salvarles la vida”, solía decir Noel Gallagher, el arquitecto musical detrás de las canciones más coreadas del britpop. En esa frase reside mucho más que una provocación: se resume el espíritu de una banda que se plantó ante el mundo con una actitud desafiante, casi insolente, y que terminó ofreciendo a millones de jóvenes un refugio melódico para el desencanto.

En 1994, Definitely Maybe llegó como un manifiesto de autoconfianza. Mientras el grunge norteamericano se debatía entre la melancolía y la introspección, Oasis optó por el éxtasis: guitarras abrasivas, coros desafiantes y una producción que, aunque rudimentaria, estaba cargada de urgencia. Rock ‘n’ Roll Star, Live Forever y Cigarettes & Alcohol no eran canciones: eran proclamas, gritos desde la clase trabajadora inglesa que se negaban a aceptar la mediocridad. Con ese álbum, Oasis no pedía permiso. Simplemente se apropiaba del escenario.​

Pero fue en 1995, con (What’s the Story) Morning Glory?, cuando la banda alcanzó dimensiones épicas. Aquel disco no solo consolidó su estatus de fenómeno nacional; los catapultó al Olimpo del rock global. Wonderwall, Don’t Look Back in Anger y Champagne Supernova no tardaron en convertirse en himnos generacionales, capaces de unir a multitudes en comunión sonora. La belleza de esos temas no reside en su complejidad, sino en su transparencia emocional. Había algo universal en su melancolía, en su esperanza, en su rechazo al cinismo. Y si bien Noel era el genio detrás de la pluma, fue la voz rasposa y desafiante de Liam Gallagher la que transformó esas letras en declaraciones vivas.

En esos años, Oasis no era simplemente una banda: era un fenómeno sociocultural. Encabezaban portadas, encabezaban festivales, encabezaban discusiones. Se erigieron como antítesis de lo políticamente correcto, y eso los hizo irresistibles. La prensa los adoraba tanto como los detestaba. Las peleas entre los hermanos eran leyenda, sus entrevistas eran campos minados, sus conciertos… impredecibles. Pero detrás de la polémica siempre hubo canciones. Canciones que calaban hondo. Canciones que, incluso hoy, siguen encontrando eco en nuevas generaciones.

El punto de quiebre llegó con Be Here Now (1997), el disco que marcó tanto su clímax comercial como el inicio de su declive. Inflado, grandilocuente, sobreproducido, el álbum reflejaba tanto la megalomanía del momento como el colapso inminente. Sin embargo, hay quienes lo reivindican como una obra de exceso genuino, una muestra de lo que ocurre cuando una banda se cree invencible. Porque en su exageración hay también una verdad: Oasis nunca pretendió ser sutil.​

Los años siguientes fueron más erráticos. Discos como Standing on the Shoulder of Giants (2000) y Heathen Chemistry (2002) mostraron a una banda aún capaz de brillar, pero sin la cohesión emocional ni el filo de sus primeros trabajos. Go Let It Out, The Hindu Times o Stop Crying Your Heart Out mantenían viva la llama, pero ya no incendiaban estadios como antes. La química se erosionaba. El mito comenzaba a desgastarse desde adentro.​

El regreso a una cierta forma de enfoque llegó con Don’t Believe the Truth (2005), donde el reparto compositivo se amplió y surgieron gemas como Lyla, The Importance of Being Idle y Let There Be Love. Parecía que Oasis encontraba nuevamente un equilibrio, una madurez sonora. Pero el desenlace ya estaba en marcha.​

En 2009, tras una pelea más entre Noel y Liam —esta vez en los camerinos de un festival en París— la banda se disolvió. No con un comunicado épico ni una gira de despedida, sino con una ruptura abrupta y sin vuelta atrás. Así como surgieron: sin pedir permiso, también se fueron. Dejando tras de sí un legado turbulento, pero indiscutible.

Lo que Oasis representa no puede medirse solo en discos vendidos o conciertos agotados. Su legado está en la actitud, en la arrogancia convertida en bandera, en la manera en que sus canciones lograron que miles de personas sintieran que ser ordinario también podía ser extraordinario. Oasis le dio voz a una clase trabajadora británica que se sintió ignorada durante demasiado tiempo. Y lo hizo con guitarras encendidas, melodías pegajosas y una falta de filtro que hoy resulta casi imposible.

Desde la separación, Noel Gallagher ha construido una carrera más estable con Noel Gallagher’s High Flying Birds, cultivando un sonido más maduro y refinado que ha sido bien recibido tanto por la crítica como por su base de seguidores. Por su parte, Liam Gallagher, con una energía más impulsiva pero cargada de carisma, resurgió con fuerza en la escena solista, consolidándose como un ícono de persistencia y rebeldía. Ambos siguieron sus caminos, pero la sombra de Oasis jamás dejó de proyectarse sobre ellos.

Durante más de una década, el clamor por un reencuentro fue constante. Rumores, declaraciones cruzadas, desmentidos… una montaña rusa emocional para millones de fans en todo el mundo. Pero parecía que ese regreso era un espejismo, una ilusión alimentada por la nostalgia. Hasta que, en 2025, lo improbable se hizo realidad.

Oasis Live ’25, la gira mundial anunciada oficialmente por los hermanos Gallagher, marca no solo el regreso de una banda, sino el renacimiento de un símbolo generacional. En un mundo profundamente transformado por la tecnología, la fragmentación cultural y la crisis de identidad, Oasis vuelve a escena como una anomalía necesaria: una banda que no teme al desorden emocional, que abraza la imperfección, que canta verdades con puño cerrado y copa en alto.

El anuncio de la gira ha provocado una oleada de emociones. Las entradas se agotaron en cuestión de minutos, y las redes sociales se incendiaron con mensajes de euforia, incredulidad y esperanza. Porque más allá de la música, más allá de los discos o los números, lo que está en juego es una reconciliación emocional con una época en la que la música aún podía hacernos sentir invencibles.

Este regreso no está exento de desafíos. Los egos, las expectativas, la presión mediática… todo se cierne nuevamente sobre los hermanos. Pero también hay una madurez distinta. Un reconocimiento tácito de que el tiempo ha pasado, que las cicatrices pesan, pero que la fuerza de lo que una vez fueron aún tiene el poder de estremecer.

Volver a ver a Oasis en vivo no será solamente un acto musical. Será un ejercicio colectivo de memoria, una liturgia del ruido y la emoción que nos conectará con lo que fuimos, con lo que somos, y con lo que aún soñamos ser. Porque si algo enseñó esta banda es que la música no necesita pedir permiso para irrumpir en el alma y dejar huella.

El regreso de Oasis no es solo una noticia del entretenimiento. Es un acontecimiento cultural. Una grieta en la lógica del desencanto. Una oportunidad para reencontrarse con la potencia de una banda que, en su máxima expresión, fue capaz de unir a generaciones enteras bajo un mismo grito, una misma rabia, una misma canción.

Y ahora, más de dos décadas después de su irrupción, están de vuelta. Oasis vuelve no solo por ellos, sino por nosotros. Porque hay bandas que se convierten en historia, pero hay otras que se convierten en hogar. Y Oasis, con sus himnos imperfectos y su insolencia sagrada, nunca dejó de serlo.

@efermartz

Escrito por EVER FERNANDO


QUIÉNES SOMOS

Somos una radio independiente, de música ecléctica, fundado en la Ciudad de México con el deseo de extender estos sonidos por todos los rincones del planeta donde sea que llegue la señal de Internet. 

CONTACTO

contacto@radioestridente.com.mx

IHEART RADIO